Si quieres empobrecer, gasta en lo que no ha menester

17 de October, 2024
Si quieres empobrecer, gasta en lo que no ha menester

Los hijos nos dan todos los días más de una oportunidad de enseñarles pequeñas pero valiosas lecciones. Mi hija mayor, en plena adolescencia, me decía hace unos días que quería comprarse algo -que no viene al caso el qué- con el dinero que tenía ahorrado.

Se desarrolló un diálogo corto pero sustancioso, que me permitió introducirla al concepto de la frugalidad. “¿Por qué lo quieres comprar?”, le pregunté. “Porque todas lo tienen”, me respondió. “¿Lo quieres porque todas lo tienen o porque es necesario?”, repliqué. “Es que todas lo tienen”, insistió. “Si me das tres razones por las que lo necesitas, te llevo yo mismo a comprarlo”, la reté. “Está bien, no es necesario”, me contestó con un dejo de tristeza, dándose vuelta para irse.

Ahí la detuve y le dije: “Hija, mi papá me repetía siempre un dicho muy castizo, si quieres empobrecer, gasta en lo no ha menester”. Es decir, gastar en cosas que no son necesarias lo único que logra es disminuir nuestra cuenta. No quiere decir esto que no nos demos un gustito de vez en cuando, pero no debemos gastar a lo loco y sin control.

Hace unos años leí una reflexión que me encantó y por eso se las comparto: es una tontería comprar cosas que no necesitamos, para impresionar a quienes no le interesamos, con dinero que no tenemos.

Y es consecuencia de los tiempos que vivimos, en los que se valora más el tener que el ser. Como ya he dicho y he insistido, valemos demasiado por nuestra sola dignidad como seres humanos, que es un desperdicio fijar nuestros ojos en tener cosas que, al final de camino, dejaremos acá.

Es legítimo que vivamos con la comodidad que el fruto de nuestro esfuerzo nos permita. No lo es tanto -además de ser una tontería- querer aparentar lo que no somos. Repito y machaco lo de otras veces: estamos llamados a la trascendencia, a la eternidad, no nos distraigamos en cosas vanas. El tesoro que nos espera es demasiado valioso, tanto que todas las cosas del mundo no se le equiparan.

Además, se vive más tranquilo sin deudas. Pero eso son otros veinte pesos.

 

Carlos Llarena